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Experiencia con una vidente buena y de confianza de Madrid

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Soy una mujer normal y llevo una vida normal. Me casé joven y un poco por sorpresa. No es que me quedara embarazada, aunque ahora tengo dos niñas preciosas. Es que yo me había hecho otros planes. Pero apareció Ramiro y me cambió la vida. Me enamoré como una tonta. Sin pensar. Jamás me imaginé que sería precisamente Ramiro, el amor de mi vida, el que me haría buscar una vidente buena y de confianza en Madrid.

Mis padres no tienen mucho dinero y los de Ramiro tampoco. Somos de familia obrera y tampoco queríamos meternos en mucho gasto. La boda fue discreta, con pocos invitados. Mis amigas empezaban la universidad y nadie tenía dinero para regalos caros. Pero, de todas formas, Ramiro quería hacer el viaje de su vida. Fue él el que se empeñó en ir a Egipto. Fueron tres semanas inolvidables de verdad. Me había dicho que había estado ahorrando y no caí en que era imposible ¿cómo iba a ahorrar si estaba en su primer trabajo en prácticas? Pero yo le creí y disfruté del viaje como una niña, que es lo que era.

Si en aquel entonces hubiera tenido una vidente buena y de confianza, otro gallo me habría cantado, pero estaba enamorada, era joven y lo veía todo de color de rosa.

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Las cosas cambiaron al volver de Egipto

A la vuelta de unas vacaciones llenas de mimos y de cenas románticas por el Nilo nos esperaba un piso de alquiler de una sola habitación en las afueras de Madrid. No se parecía en nada al hotel de lujo de El Cairo pero para mi era un palacio. Lo habíamos encontrado antes de irnos y nuestros padres lo habían amueblado con cosas que habían guardado de cambios de muebles en casa. No era bonito, pero a mí me hacía ilusión porque era la primera casa que tenía. 

Vidente buena y de confianza de Madrid

De repente, un día Ramiro llegó a casa del trabajo con un amigo y una caja enorme. Entre los dos desempaquetaron un televisor más grande que el salón. Me dijo que le había tocado en una porra de la oficina. No me extraño, al revés: me encantó poder ver la tele en una pantalla grande. La tele vieja de mis padres tenía interferencias y no cogía bien los canales de la TDT.

Pero ese fue solo el principio

Seguro que ya os imagináis lo que pasaba, pero yo no lo veía aunque lo tenía delante de los ojos. Ahora, sobre todo después de hablar con Casandra, no me habría pasado. Pero los jóvenes creen en la buena suerte. O por lo menos yo creía. Así que no me extrañó que un compañero de Ramiro le diera una consola de videojuegos, ni que un día apareciera con un móvil de esos de última generación. A mí me dio el suyo que era muy bueno. Y todo me parecía bien. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

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Vidente buena y de confianza en Madrid

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Y mientras nuestro piso se llenaba de aparatos caros y de cosas, nuestras cuentas bancarias se quedaban en números rojos. Yo trabajaba media jornada de teleoperadora y por la tarde estudiaba. Me pasaba el día agotada, la verdad. Sin muchas ganas de nada. Llegaba a casa por las noches y me sentaba con Ramiro en el sofá a ver una película. Encantada solo por estar con él.

Hasta que la compañía de la luz nos pasó el primer aviso de impago.

Reconozco que fue culpa mía no darle importancia. Ni siquiera caí en que aquella era la primera carta que veía desde que vivía allí. Esa fue una de las muchas cosas de las que me di cuenta gracias a Casandra, que no solo es una vidente de confianza, es que es un ángel.

Ese día llegué del trabajo un poco antes y recogí el correo. Por horario, Ramiro siempre era el primero en llegar y me preparaba la comida. Cuando le pregunté si había algún problema me pareció que me miraba con odio. Y ahí empecé a sentirme mal, como si me faltara algo.

Creía que mi marido me engañaba

A partir de ese momento Ramiro empezó a actuar de manera muy extraña. Ya no me trataba igual, no me esperaba para cenar, salía más… Y yo creí que se estaba viendo con otra. Hablé con mis padres, con sus padres, con mis amigas y nadie me creía. Hasta que se me ocurrió que lo que yo necesitaba era una vidente buena. Alguien que lo viera todo desde fuera y me ayudara a entender por qué mi matrimonio estaba fallando.

Entendedme: yo no entendía nada. De un día para otro Ramiro y yo éramos felices y luego ya no. Para mí eso era una locura. Algo que no podía pasar. Pero estaba pasando.

Casandra: la vidente buena y de confianza de Madrid que lo cambió todo

Me costó decidirme a llamar a Casandra. No sé si os habrá pasado esto alguna vez, pero hay tantas ofertas de tarotistas en internet… Vidente de confianza en Madrid, la mejor tarotista madrileña, videncia natural con aciertos garantizados… Cuanto más leía menos sabía qué hacer. Pero el caso era que yo necesitaba ayuda. Necesitaba consejo. Me estaba volviendo loca pensar que Ramiro me era infiel.

Y llamé a Casandra, una vidente buena de Madrid

Desde el primer saludo Casandra me pareció una buena persona. Y lo es. Porque yo estaba en un momento de desesperación en el que cualquiera podría haberse aprovechado de mí. Lo único que Casandra tendría que haber hecho era decir que me notaba triste. Y habría sido verdad: yo estaba triste. Me habría preguntado si era por amor y ahí yo lo habría soltado todo. Porque lo estaba deseando. Yo quería hablar con alguien que me escuchara y que me tranquilizara. Pero ella no hizo nada de eso.

Casandra es una vidente de confianza profesional que me ayudó desde el primer momento

Cuando me oyó no me preguntó como estaba. Se presentó ella misma y me pidió un nombre. Me dijo que no era necesario que se lo diera. Y ahora caigo que no me he presentado aquí. Mi nombre es Cristina.

Me dijo que me notaba muy alterada y que no me preocupara, que ella estaba allí para ayudarme. No me preguntó nada más que mi nombre. Nada más. Todavía me cuesta creerlo. Luego me informó de que iba a barajar las cartas y me pidió que me concentrara en el problema que me preocupaba. No sé en qué estaría yo pensando, pero lo que me dijo me dejó sin palabras.

¡Me describió el televisor nuevo que Ramiro había traído tras la luna de miel!

Describió la tele como si la hubiera llevado ella misma hasta mi casa: la marca, el color, las pulgadas y hasta el mueble viejo en el que la habíamos puesto. Si esto no es una vidente de confianza… El caso es que yo no contesté nada más que con un gruñido porque no me llegaba la voz al cuello de la camisa.

Luego habló de videojuegos y me dijo que lo que veía era, atención: «como si yo me estuviese quedando sin luz». Se quedó pensativa al otro lado del teléfono. Yo me decía: si me dice lo del recibo de la luz me da un ataque y cuelgo. En ese momento estaba hasta asustada.

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No sé lo que yo esperaba de una vidente buena, pero los detalles que me estaba dando, desde luego, me sorprendieron mucho.

Efectivamente, Casandra, mi vidente de confianza desde entonces, mencionó el recibo de la luz. Y, bueno, yo no colgué el teléfono. Pero me eché a llorar.

Cuando me tranquilicé, Casandra me dio nuevos datos que yo no conocía

Para empezar me tranquilizó. Como si me leyera la mente, me dijo que su especialidad era el tarot del amor. Que muchas personas llamaban de Madrid preocupadas por temas de amor pero que en mi caso ese no era el problema. Y eso, que tenía que haberme tranquilizado, me hizo llorar más. De alivio, la verdad. Yo seguía sin caer en que el problema que había debajo de aquello podía traerme preocupaciones más grandes. Me quedé mucho más calmada cuando supe que Ramiro no me era infiel.

A partir de ahí Casandra, que por eso se ha convertido en mi vidente de confianza personal, empezó a hablarme de todas las cosas que no habíamos pagado o que pagábamos con retraso. Yo no lo sabía, pero debíamos dos meses de alquiler y estábamos en casa sin internet. Por eso Ramiro no jugaba a la consola en casa y salía más. Además, el viaje de novios lo había pagado con un préstamo personal del que también debía dinero. Un desastre total.

Me dijo que Ramiro necesitaba que yo hablara con él, que no tuviera miedo

Así, escrito después de tanto tiempo, parece que no, pero me costó hacer caso a Casandra. Tardé un par de días en armarme de valor y decirle a Ramiro que teníamos que hablar. Al principio él se mostró muy hosco, como llevaba haciendo la última temporada. Pero luego cedió.

Yo puse todas las cartas sobre la mesa y le dije que sabía que había recibos pendientes y que el casero nos iba a echar si no pagábamos lo que le debíamos. Y Ramiro no lo negó. Lloramos los dos como dos críos que éramos. Pero aquello nos sirvió para empezar de nuevo.

Yo puse todas las cartas sobre la mesa y le dije que sabía que había recibos pendientes y que el casero nos iba a echar si no pagábamos lo que le debíamos. Y Ramiro no lo negó. Lloramos los dos como dos críos que éramos. Pero aquello nos sirvió para empezar de nuevo.

Pagar las deudas de aquellos años nos llevó mucho tiempo y mucho esfuerzo. Pero conseguimos no pedir ayuda a nuestros padres y eso reforzó la relación. Ahora tenemos dos niñas de cinco y siete años y somos felices en un piso un poco más grande, sin lujos.

Casandra sigue en mi vida como mi vidente de confianza. La llamo cuando veo que hay algo que no cuadra en mi día a día. Ella siempre me atiende con la amabilidad del primer día. Me ha ayudado a mantener la calma en situaciones muy complejas, ha salvado mi amistad con mi mejor amiga, que estuvo en peligro hace ya tiempo y siempre, cada vez que llamo, las llamadas son cortas y sus predicciones se cumplen.

Por eso quiero recomendarte que, si tienes algún problema, llames a Casandra tanto si vives en Madrid como en el resto de España. Es mi vidente de confianza por algo y seguro que también se convierte en la tuya. Llámala. No te arrepentirás.